Miércoles 09 de julio 2025

 

CUATRO EXCUSAS

Lee Éxodo 4:1 al 17. ¿Qué señales permitió Dios que Moisés realizara para reforzar así la posición de este como su mensajero?

Éxodo 4:1-17

1 Entonces Moisés respondió diciendo: He aquí que ellos no me creerán, ni oirán mi voz; porque dirán: No te ha aparecido Jehová. Y Jehová dijo: ¿Qué es eso que tienes en tu mano? Y él respondió: Una vara. Él le dijo: Échala en tierra. Y él la echó en tierra, y se hizo una culebra; y Moisés huía de ella. Entonces dijo Jehová a Moisés: Extiende tu mano, y tómala por la cola. Y él extendió su mano, y la tomó, y se volvió vara en su mano. Por esto creerán que se te ha aparecido Jehová, el Dios de tus padres, el Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob. Le dijo además Jehová: Mete ahora tu mano en tu seno. Y él metió la mano en su seno; y cuando la sacó, he aquí que su mano estaba leprosa como la nieve. Y dijo: Vuelve a meter tu mano en tu seno. Y él volvió a meter su mano en su seno; y al sacarla de nuevo del seno, he aquí que se había vuelto como la otra carne. Si aconteciere que no te creyeren ni obedecieren a la voz de la primera señal, creerán a la voz de la postrera. Y si aún no creyeren a estas dos señales, ni oyeren tu voz, tomarás de las aguas del río y las derramarás en tierra; y se cambiarán aquellas aguas que tomarás del río y se harán sangre en la tierra. 10 Entonces dijo Moisés a Jehová: ¡Ay, Señor! nunca he sido hombre de fácil palabra, ni antes, ni desde que tú hablas a tu siervo; porque soy tardo en el habla y torpe de lengua. 11 Y Jehová le respondió: ¿Quién dio la boca al hombre? ¿o quién hizo al mudo y al sordo, al que ve y al ciego? ¿No soy yo Jehová? 12 Ahora pues, ve, y yo estaré con tu boca, y te enseñaré lo que hayas de hablar. 13 Y él dijo: ¡Ay, Señor! envía, te ruego, por medio del que debes enviar. 14 Entonces Jehová se enojó contra Moisés, y dijo: ¿No conozco yo a tu hermano Aarón, levita, y que él habla bien? Y he aquí que él saldrá a recibirte, y al verte se alegrará en su corazón. 15 Tú hablarás a él, y pondrás en su boca las palabras, y yo estaré con tu boca y con la suya, y os enseñaré lo que hayáis de hacer. 16 Y él hablará por ti al pueblo; él te será a ti en lugar de boca, y tú serás para él en lugar de Dios. 17 Y tomarás en tu mano esta vara, con la cual harás las señales.

Moisés trató nuevamente de rehuir la tarea que Dios le encomendaba (ver Éxo. 3:11). No quería ir a Egipto y enfrentarse al faraón. Después de todo, ya había fracasado antes cuando intentó por su cuenta ayudar a los hebreos. Además, su propio pueblo no creía en él ni lo aceptaba como su líder. Por eso formuló una tercera objeción: “¿Y si no me creen ni me escuchan?” (Éxo. 4:1, NVI). No era una pregunta motivada por el deseo de aprender algo nuevo, sino una manera de rehuir la responsabilidad que Dios le pedía que asumiera.

Se ordena entonces a Moisés realizar dos señales milagrosas ante los ancianos de Israel y, más tarde, ante el faraón: su vara se convierte en serpiente y luego vuelve a ser un bastón. Luego, su mano se vuelve leprosa, pero es curada al instante. Ambos milagros debían convencer a los ancianos de que Dios había elegido a Moisés como su instrumento. Se añadió un tercer milagro por si aquello no resultaba suficiente: convertir el agua en sangre (Éxo. 4:8, 9).

Aunque Dios habilitó a Moisés para realizar estos poderosos prodigios, este aún expresa una cuarta excusa: no es buen orador.

Lee Éxodo 4:10 al 18. ¿Cómo responde el Señor a Moisés y qué lecciones podemos extraer de ello para nosotros en el caso de cualquier misión a la que creamos que Dios nos llama?

Éxodo 4:10-18

10 Entonces dijo Moisés a Jehová: ¡Ay, Señor! nunca he sido hombre de fácil palabra, ni antes, ni desde que tú hablas a tu siervo; porque soy tardo en el habla y torpe de lengua. 11 Y Jehová le respondió: ¿Quién dio la boca al hombre? ¿o quién hizo al mudo y al sordo, al que ve y al ciego? ¿No soy yo Jehová? 12 Ahora pues, ve, y yo estaré con tu boca, y te enseñaré lo que hayas de hablar. 13 Y él dijo: ¡Ay, Señor! envía, te ruego, por medio del que debes enviar. 14 Entonces Jehová se enojó contra Moisés, y dijo: ¿No conozco yo a tu hermano Aarón, levita, y que él habla bien? Y he aquí que él saldrá a recibirte, y al verte se alegrará en su corazón. 15 Tú hablarás a él, y pondrás en su boca las palabras, y yo estaré con tu boca y con la suya, y os enseñaré lo que hayáis de hacer. 16 Y él hablará por ti al pueblo; él te será a ti en lugar de boca, y tú serás para él en lugar de Dios. 17 Y tomarás en tu mano esta vara, con la cual harás las señales. 18 Así se fue Moisés, y volviendo a su suegro Jetro, le dijo: Iré ahora, y volveré a mis hermanos que están en Egipto, para ver si aún viven. Y Jetro dijo a Moisés: Ve en paz.

Este conjunto de cuatro excusas muestra la renuencia de Moisés a aceptar el llamado de Dios. Enmascaró con objeciones “razonables” su renuencia a ir. Las tres primeras excusas tienen forma de preguntas: ¿quién soy yo? ¿Quién eres tú? ¿Y si no me creen? La cuarta objeción es una afirmación: “No soy elocuente”. Dios reaccionó ante todas ellas y aportó en cada caso una poderosa solución. En respuesta a estas excusas, Dios presenta muchas promesas edificantes.

Moisés presenta entonces su quinta y última súplica, y pide directamente: “Señor mío, por favor, envía a otro” (Éxo. 4:13). En respuesta, Dios le dice que ya está enviando a su hermano Aarón a su encuentro como apoyo. Finalmente, Moisés acepta en silencio el llamado y pide a Jetro su bendición antes de partir hacia Egipto.

ESPÍRITU DE PROFECÍA

Moisés rogó al Señor y dijo: «He aquí que ellos no me creerán, ni oirán mi voz; porque dirán: No te ha aparecido Jehová». El Señor le aseguró entonces, mediante el milagro de la vara convertida en serpiente y de la mano que se volvió leprosa, que con tales señales y prodigios haría temer a los egipcios y al faraón, para que no se atrevieran a hacerle daño. Con estas señales aseguró a Moisés que convencería al rey y a su pueblo de que un Ser mayor que él manifestaba su poder ante ellos. Sin embargo, después de realizar muchos milagros ante el faraón a la vista del pueblo, este no dejaría salir a Israel. Moisés deseaba ser eximido de la laboriosa tarea. Alegó como excusa ser torpe de palabra. Es decir, había estado tanto tiempo lejos de los egipcios, que no tenía un conocimiento tan claro y un uso tan fluido de su lengua como cuando estaba entre ellos.

El Señor reprendió a Moisés por su temerosidad, como si el Dios que lo eligió para realizar su gran obra fuera incapaz de capacitarlo para ello, o como si Dios se hubiera equivocado al elegirlo. «Y Jehová le respondió: ¿Quién dio la boca al hombre? ¿o quién hizo al mudo y al sordo, al que ve y al ciego? ¿No soy yo Jehová?» ¡Qué apelación! ¡Qué reprimenda a los desconfiados!

«Ahora pues, ve, y yo estaré con tu boca, y te enseñaré lo que hayas de hablar. Y él dijo: ¡Ay, Señor! envía, te ruego, por medio del que debes enviar». Suplicó al Señor que eligiera a una persona más adecuada. La renuencia de Moisés procedía al principio de la humildad, de una modesta desconfianza. Pero después de que Dios prometiera eliminar sus dificultades, y estar con su boca, y enseñarle lo que debía decir, y darle finalmente éxito en su misión, el que siguiera manifestando reticencia desagradaba a Dios. Su renuencia a ejecutar la misión para la que Dios le había conservado la vida, y le había capacitado para realizar, después de que Dios le asegurara su presencia constante, demostraba incredulidad y un desánimo criminal, así como desconfianza en Dios mismo. El Señor lo reprendió por esta desconfianza. La liberación de Israel de Egipto, en la forma en que Dios se proponía realizar la obra, le parecía a Moisés imposible (Spiritual Gifts, t. 3, pp. 192, 193).


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