EL DIVINO “YO”
Pobre Moisés. Primero es reprendido por el faraón, y ahora su propio pueblo no hace más que maldecirlo.
Así, pues, Moisés presenta su queja a Dios. En su amargura y decepción por el empeoramiento de las condiciones de Israel, le dice: “¿Por qué tratas tan mal a este pueblo? ¿Para esto me enviaste? Desde que me presenté ante el faraón y le hablé en tu nombre, no ha hecho más que maltratar a este pueblo, que es tu pueblo. ¡Y tú no has hecho nada para librarlo!” (Éxo. 5:22, 23, NVI). El descontento de Moisés con el Señor es obvio y comprensible en vista de la situación.
La respuesta de Dios, sin embargo, es contundente. Él actuará, y de manera muy decidida. “Ahora verás lo que voy a hacer con el faraón” (Éxo. 6:1, NVI).
Lee Éxodo 5:22 a 6:8. ¿Cuál es la respuesta de Dios a Moisés y qué importantes verdades teológicas se destacan aquí?
Éxodo 5:22-6:8
22 Entonces Moisés se volvió a Jehová, y dijo: Señor, ¿por qué afliges a este pueblo? ¿Para qué me enviaste? 23 Porque desde que yo vine a Faraón para hablarle en tu nombre, ha afligido a este pueblo; y tú no has librado a tu pueblo.
1 Jehová respondió a Moisés: Ahora verás lo que yo haré a Faraón; porque con mano fuerte los dejará ir, y con mano fuerte los echará de su tierra. 2 Habló todavía Dios a Moisés, y le dijo: Yo soy JEHOVÁ. 3 Y aparecí a Abraham, a Isaac y a Jacob como Dios Omnipotente, mas en mi nombre JEHOVÁ no me di a conocer a ellos. 4 También establecí mi pacto con ellos, de darles la tierra de Canaán, la tierra en que fueron forasteros, y en la cual habitaron. 5 Asimismo yo he oído el gemido de los hijos de Israel, a quienes hacen servir los egipcios, y me he acordado de mi pacto. 6 Por tanto, dirás a los hijos de Israel: Yo soy JEHOVÁ; y yo os sacaré de debajo de las tareas pesadas de Egipto, y os libraré de su servidumbre, y os redimiré con brazo extendido, y con juicios grandes; 7 y os tomaré por mi pueblo y seré vuestro Dios; y vosotros sabréis que yo soy Jehová vuestro Dios, que os sacó de debajo de las tareas pesadas de Egipto. 8 Y os meteré en la tierra por la cual alcé mi mano jurando que la daría a Abraham, a Isaac y a Jacob; y yo os la daré por heredad. Yo JEHOVÁ.
Dios ya no solo hablará; ahora intervendrá poderosamente en favor de su pueblo. El Señor le recuerda a Moisés algunos hechos pertinentes: (1) Yo soy el Señor; (2) me aparecí a los patriarcas; (3) establecí mi pacto con ellos; (4) he prometido darles la tierra de Canaán; (5) he oído el gemido de los hijos de Israel; y (6) me he acordado de mi compromiso de darles la Tierra Prometida.
Nótese la repetición del pronombre “yo” aplicado por Dios a sí mismo (vers. 2, 6): Yo, el Señor tu Dios, he hecho tal y tal cosa, y por eso puedes confiar en que yo haré por ti lo que te he prometido.
El Señor proclama ahora solemnemente que hará cuatro grandes cosas por Israel porque él es su Señor viviente: (1) “Voy a quitarles de encima la opresión de los egipcios”; (2) “voy a librarlos de su esclavitud”; (3) “voy a liberarlos con gran despliegue de poder y con grandes actos de justicia”, y (4) “haré de ustedes mi pueblo; y yo seré su Dios” (Éxo. 6:6, 7, NVI).
Estas cuatro acciones divinas aseguran y restablecen su relación con su pueblo. Dios es el sujeto de todas estas actividades, y los israelitas son los destinatarios de todos estos beneficios y de su gracia. Dios ofrece estos dones gratuitamente y por amor. Lo hizo entonces en favor de ellos y lo hace ahora en nuestro favor.
¿Qué otros personajes de la Biblia se quejaron ante Dios con buenas razones? ¿Por qué es correcto que a veces derrames tu alma ante Dios e incluso te quejes de tu situación? ¿Por qué, sin embargo, debes hacerlo siempre con fe y confianza?
ESPÍRITU DE PROFECÍA
Dios libró a Israel mediante extraordinarias manifestaciones de su potencia, y con juicios sobre todos los dioses de Egipto. «Y sacó a su pueblo con gozo; con júbilo a sus escogidos… para que guardasen sus estatutos, y observasen sus leyes». Salmo 105:43-45. Los rescató del estado de esclavitud en que se hallaban, para poder llevarlos a una buena tierra, que en su providencia había preparado para ellos como un refugio contra sus enemigos, a una tierra donde pudiesen vivir bajo la sombra de sus alas. Quería atraerlos a sí mismo, para rodearlos con sus brazos eternos; y les requirió que en retribución a toda su bondad y misericordia hacia ellos no tuviesen dioses ajenos ante él, el Dios viviente, y que ensalzaran su nombre y lo glorificaran en la tierra (Historia de los patriarcas y profetas, p. 346).
Cuando los hijos de Israel cargaron todo su sufrimiento sobre Moisés, este se sintió muy afligido, y sintió deseos de murmurar porque el Señor tardaba en liberar a su pueblo. Todavía no estaban preparados para ser liberados. Tenían muy poca fe, y no estaban dispuestos a sufrir pacientemente y soportar con perseverancia sus aflicciones, hasta que Dios obrara para ellos una liberación gloriosa.
«Jehová respondió a Moisés: Ahora verás lo que yo haré a Faraón; porque con mano fuerte los dejará ir, y con mano fuerte los echará de su tierra. Habló todavía Dios a Moisés, y le dijo: Yo soy JEHOVÁ. Y aparecí a Abraham, a Isaac y a Jacob como Dios Omnipotente, mas en mi nombre JEHOVA no me di a conocer a ellos. También establecí mi pacto con ellos, de darles la tierra de Canaán, la tierra en que fueron forasteros, y en la cual habitaron. Asimismo yo he oído el gemido de los hijos de Israel, a quienes hacen servir los egipcios, y me he acordado de mi pacto».
Los hijos de Israel pasaron muchos años sirviendo a los egipcios. Solo unas pocas familias descendieron a Egipto; pero allí se convirtieron en una enorme multitud. Al estar rodeados por la idolatría, muchos perdieron el conocimiento del Dios verdadero y se olvidaron de su ley. Y se unieron a los egipcios en su culto del sol, la luna y las estrellas, y de animales e Imágenes, obra de manos de hombres. Todo lo que rodeaba a los hijos de Israel había sido calculado para que se olvidaran del Dios viviente. Pero había entre los hebreos algunos que conservaron el conocimiento del verdadero Dios, Creador del cielo y de la tierra. Estos se lamentaban de que sus hijos cada día presenciaran las abominaciones de los idólatras que los rodeaban, y aun participaran de ellas para inclinarse ante las deidades egipcias, hechas de madera y de piedra, y ofrecer sacrificios a esos objetos inanimados. Los fieles se afligían, y en su angustia clamaban al Señor que los rescatara del yugo egipcio, que los sacara de Egipto para que pudieran librarse de la idolatría y de las influencias corruptoras que los rodeaban (Spiritual Gifts, t. 3, pp. 200, 201; parcialmente en La historia de la redención, p. 115).