Lunes 7 de julio 2025

 

EL ÁNGEL DEL SEÑOR


“El ángel del Señor” apareció a Moisés “entre las llamas de una zarza ardiente” (Éxo. 3:2, NVI). Fue Jesús mismo quien habló a Moisés “desde la zarza” (Éxo. 3:4).

No siempre que en la Biblia se usa el título “el ángel del Señor” se hace una referencia a Jesucristo. El término “ángel” significa simplemente “mensajero” (mal’aj en hebreo) y es el contexto el que determina si se refiere a un ser humano, a un ángel o a Jesús. En muchos casos, “el ángel del Señor” se refiere en la Biblia a una persona divina (analiza, por ejemplo, Gén. 22:11, 15-18; 31:3, 11, 13; Juec. 2:1, 2; 6:11-22; Zac. 3:1, 2). Cuando es así, el ángel del Señor no solo habla en nombre de este, sino que es el Señor mismo. Jesús es el mensajero de Dios para comunicarnos la Palabra del Padre.

Lee Éxodo 3:7 al 12. ¿Cómo explicó Dios a Moisés por qué quería intervenir en favor de los hebreos esclavizados en Egipto?

Éxodo 3:7-12

Dijo luego Jehová: Bien he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus exactores; pues he conocido sus angustias, y he descendido para librarlos de mano de los egipcios, y sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y ancha, a tierra que fluye leche y miel, a los lugares del cananeo, del heteo, del amorreo, del ferezeo, del heveo y del jebuseo. El clamor, pues, de los hijos de Israel ha venido delante de mí, y también he visto la opresión con que los egipcios los oprimen. 10 Ven, por tanto, ahora, y te enviaré a Faraón, para que saques de Egipto a mi pueblo, los hijos de Israel. 11 Entonces Moisés respondió a Dios: ¿Quién soy yo para que vaya a Faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel? 12 Y él respondió: Ve, porque yo estaré contigo; y esto te será por señal de que yo te he enviado: cuando hayas sacado de Egipto al pueblo, serviréis a Dios sobre este monte.

El sufrimiento del pueblo de Dios en Egipto es descrito dramáticamente como un gemido y un desesperado pedido de auxilio. Dios escuchó el clamor de ellos y se preocupó por su situación (Éxo. 2:23-25). Los llamó “mi pueblo” (Éxo. 3:7). Es decir, incluso antes del Sinaí y de la ratificación del pacto, ellos eran su pueblo, y él los haría habitar y prosperar (si obedecían) en la tierra de Canaán, como prometió a sus ancestros.

Dios dijo a Moisés que lo enviaba al faraón con una misión específica: “Así que ahora, ve. Te envío al Faraón para que saques de Egipto a mi pueblo, los israelitas” (Éxo. 3:10, NVI). Dios llama a los hebreos nuevamente “mi pueblo”.

¡Menuda tarea requería Dios de su siervo! En vista de ello, Moisés respondió con una pregunta: “¿Quién soy yo?” Al comprender el significado de lo que sucedería y cuál sería su papel en todo esto, Moisés preguntó por qué había sido elegido por Dios. Aquí tenemos desde el mismo principio una indicación de su carácter, su humildad y su convicción de que no es digno de realizar lo que se le pide.

¿Por qué es tan importante la humildad y el sentido de la propia “indignidad” para quien pretenda seguir al Señor y hacer algo por él?

ESPÍRITU DE PROFECÍA

Mientras que Moisés vivía en el exilio el Señor envió a sus ángeles para que lo instruyeran especialmente con respecto al futuro. Allí aprendió más plenamente las grandes lecciones del dominio propio y la humildad. Pastoreó las manadas de Jetro, y mientras llevaba a cabo sus humildes deberes como pastor, el Señor lo estaba preparando para que se convirtiera en el pastor espiritual de sus ovejas, es a saber, el pueblo de Israel. Había sido plenamente preparado como general, para estar a la cabeza de los ejércitos, y ahora el Señor quería que aprendiera los deberes y desempeñara los oficios de un fiel pastor de su pueblo, para cuidar tiernamente de sus ovejas errantes y descarriadas. Mientras Moisés conducía su manada por el desierto y se aproximaba al monte de Dios, es decir, a Horeb, «se le apareció el ángel de Jehová en una llama de fuego en medio de una zarza. Y él miró, y vio que la zarza ardía en fuego, y la zarza no se consumía. Entonces Moisés dijo: «Iré yo ahora y veré esta grande visión, por qué causa la zarza no se quema». Viendo Jehová que él iba a ver, lo llamó Dios de en medio de la zarza, y dijo: «¡Moisés, Moisés!» Y él respondió: «Heme aquí». Y dijo: «No te acerques; quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es». Y dijo: «Yo soy el Dios de tu padre, Dios de Abraham, Dios de Isaac, y Dios de Jacob». Entonces Moisés cubrió su rostro, porque tuvo miedo de mirar a Dios Dijo luego Jehová: «Bien he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus exactores; pues he conocido sus angustias, y he descendido para librarlos de mano de los egipcios, y sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y ancha, que fluye leche y miel; a los lugares del cananeo, del heteo, del amorreo, del ferezeo, del heveo y del jebuseo. El clamor, pues, de los hijos de Israel ha venido delante de mí, y también he visto la opresión con que los egipcios los oprimen. Ven, por tanto, ahora, y te enviaré a Faraón, para que saques de Egipto a mi pueblo, los hijos de Israel» (Spiritual Gifts, t. 3, pp. 187, 188).

Antes de partir, Moisés recibió su alta comisión para su gran obra de una manera que le infundió temor y le hizo reconocer profundamente su propia debilidad e indignidad. Mientras estaba dedicado a sus deberes, Moisés vio una zarza cuyo tronco, ramas y follaje ardían pero no se consumían. Se acercó para ver esa maravilla y una voz se dirigió a él desde las llamas. Era la voz de Dios. Era Aquél que en tiempos pasados se había revelado a los padres como el Ángel del pacto. Moisés se estremeció de terror al escuchar al Señor mencionar su nombre. Con labios trémulos respondió: «Heme aquí». Se le amonestó entonces a no acercarse a su Creador con una familiaridad indebida: «Quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es» (From the Heart, 18 de julio, p. 211; parcialmente en La verdad acerca de los ángeles, p. 95).


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