Jueves 17 de julio 2025

COMO DIOS PARA FARAÓN

Jueves 17 de julio 2025 Escuela Sabática para Maestros

Lee Éxodo 6:28 a 7:7. ¿Cómo responde el Señor a la objeción de Moisés?

Éxodo 6:28-7:7

28 Cuando Jehová habló a Moisés en la tierra de Egipto, 29 entonces Jehová habló a Moisés, diciendo: Yo soy JEHOVÁ; di a Faraón rey de Egipto todas las cosas que yo te digo a ti. 30 Y Moisés respondió delante de Jehová: He aquí, yo soy torpe de labios; ¿cómo, pues, me ha de oír Faraón?

1 Jehová dijo a Moisés: Mira, yo te he constituido dios para Faraón, y tu hermano Aarón será tu profeta. Tú dirás todas las cosas que yo te mande, y Aarón tu hermano hablará a Faraón, para que deje ir de su tierra a los hijos de Israel. Y yo endureceré el corazón de Faraón, y multiplicaré en la tierra de Egipto mis señales y mis maravillas. Y Faraón no os oirá; mas yo pondré mi mano sobre Egipto, y sacaré a mis ejércitos, mi pueblo, los hijos de Israel, de la tierra de Egipto, con grandes juicios. Y sabrán los egipcios que yo soy Jehová, cuando extienda mi mano sobre Egipto, y saque a los hijos de Israel de en medio de ellos. E hizo Moisés y Aarón como Jehová les mandó; así lo hicieron. Era Moisés de edad de ochenta años, y Aarón de edad de ochenta y tres, cuando hablaron a Faraón.

Dios se presenta a Moisés como Yahvé, lo que significa que es el Dios personal y cercano, el Dios de su pueblo, el Dios que entabló una relación de pacto con ellos.

Este Dios cercano vuelve a ordenar a Moisés que vaya a hablar con el faraón. Sin confianza en sí mismo, Moisés vuelve a objetar: “¿Cómo me oirá Faraón?” Aquí podemos ver de nuevo no solo la humildad de Moisés, sino también su reiterado deseo de librarse de la tarea, que hasta ahora no había sido exitosa.

“Cuando Dios ordenó a Moisés que se presentara de nuevo ante el faraón, Moisés manifestó desconfianza en sí mismo. El término aral sefataim (lit. ‘incircunciso de labios’ [RVA]), que se usa aquí para expresar la torpeza oratoria de Moisés (6:12, 30), es similar al que aparece en Éxo. 4:10, ‘tardo en el habla’ ” (Comentario bíblico Andrews [Florida: ACES, 2024], t. 1, p. 242).

En su misericordia, Dios hace que Aarón ayude a Moisés. Este hablará a Aarón, quien a su vez hablará públicamente al faraón. Así, Moisés desempeñará el papel de Dios ante el rey egipcio, y Aarón será su profeta.

Este relato proporciona una excelente definición del papel de un profeta como vocero de Dios. Es decir, como su representante para transmitir e interpretar la palabra dirigida por Dios al pueblo. Así como Moisés habló con Aarón y este con el faraón, Dios se comunica con un profeta, quien luego proclama la enseñanza de Dios al pueblo, ya sea verbalmente y en persona o, como era más frecuente, mediante el registro escrito del mensaje recibido.

Dios también explica a Moisés lo que puede esperar de los encuentros con el faraón. Le advierte que el enfrentamiento será intenso y prolongado, y le recalca por segunda vez que el faraón será muy terco y que endurecerá su corazón (Éxo. 4:21; 7:3). Sin embargo, el resultado será positivo, ya que “sabrán los egipcios que yo soy el Señor” (Éxo. 7:5, NVI). Es decir, Dios será glorificado incluso en medio del caos que sobrevendrá.

Moisés ya no tuvo excusas para negarse a hacer lo que Dios le encomendó. ¿Qué excusas podríamos presentar nosotros para intentar librarnos de lo que sabemos que Dios quiere que hagamos?

ESPÍRITU DE PROFECÍA

Aarón era un hombre de disposición afable, a quien Dios escogió para estar con Moisés y hablar en su nombre; en síntesis, para ser el portavoz de Moisés. Dios podría haber elegido a Aarón como líder, pero el que conoce los corazones, que comprende el carácter, sabía que Aarón era complaciente y que carecía de valor moral para mantenerse en defensa de lo correcto bajo toda circunstancia, al margen de las consecuencias. El deseo de Aarón de tener la buena voluntad del pueblo lo condujo a veces a cometer grandes errores. Demasiado frecuentemente cedió a sus ruegos, y al hacerlo deshonró a Dios (Testimonios para la Iglesia, t. 3, 324).

El Señor dijo a Moisés: «Por tanto, dirás a los hijos de Israel: Yo soy JEHOVÁ; y yo os sacaré de debajo de las tareas pesadas de Egipto, y os libraré de su servidumbre, y os redimiré con brazo extendido, y con juicios grandes; y os tomaré por mi pueblo y seré vuestro Dios; y vosotros sabréis que yo soy Jehová vuestro Dios, que os sacó de debajo de las tareas pesadas de Egipto. Y os meteré en la tierra por la cual alcé mi mano jurando que la daría a Abraham, a Isaac y a Jacob; y yo os la daré por heredad. Yo JEHOVÁ. De esta manera habló Moisés a los hijos de Israel; pero ellos no escuchaban a Moisés a causa de la congoja de espíritu, y de la dura servidumbre. Y habló Jehová a Moisés, diciendo: Entra y habla a Faraón rey de Egipto, que deje ir de su tierra a los hijos de Israel».

Moisés estaba desanimado. En su abatimiento, preguntó al Señor: «Si los hijos de Israel, tu pueblo circuncidado, no me escuchan, ¿cómo me escuchará Faraón, que es incircunciso e idólatra?» Y «Jehová dijo a Moisés: Mira, yo te he constituido dios para Faraón, y tu hermano Aarón será tu profeta. Tú dirás todas las cosas que yo te mande, y Aarón tu hermano hablará a Faraón, para que deje ir de su tierra a los hijos de Israel. Y yo endureceré el corazón de Faraón, y multiplicaré en la tierra de Egipto mis señales y mis maravillas. Y Faraón no os oirá; mas yo pondré mi mano sobre Egipto, y sacaré a mis ejércitos, mi pueblo, los hijos de Israel, de la tierra de Egipto, con grandes juicios. Y sabrán los egipcios que yo soy Jehová, cuando extienda mi mano sobre Egipto, y saque a los hijos de Israel de en medio de ellos. E hizo Moisés y Aarón como Jehová les mandó; así lo hicieron».

El Señor dijo a Moisés que los señales y prodigios que debía mostrar ante el Faraón endurecerían su corazón, porque no los recibiría, y Dios multiplicaría sus señales. Cada castigo que el rey rechazara traería el siguiente castigo más cercano y más severo, hasta que el orgulloso corazón del rey se humillara, y reconociera al Hacedor de los cielos y de la tierra como el Dios vivo y todopoderoso (Spiritual Gifts, t. 3, pp. 203, 204).


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